Hoy me siento a observar lo que me rodea y permítanme decirles que me duele, si me duele pensar que todo esto vivido no nos ha servido de nada, y lo digo no por fatalismo sino por realidad, ¿les comparto?
Veo los que creen, los que se esfuerzan cada día con la esperanza de ser distintos, de marcar la diferencia y poder contar con un apoyo que les inyecte ánimo. Veo el que se despoja del miedo y sale a la palestra a expresar lo que desea no solo para él sino para un colectivo. Veo al que entrega lo que tiene con tal de ser ayuda a otros en su proceso, al que se despoja, al que renuncia a sus sueños por los demás, al que se arriesga en contra de un sistema, al que desea salir adelante y que vayan con él, los veo a todos desgastarse y terminar cansados a la orilla del camino esperando al próximo valiente que pase y lo motive porque los demás están muy ocupados y distraídos en su propia burbuja.
También veo al que es peso, al que todo lo crítica, al que señala al que se esfuerza y lo tilda de tonto porque no trabaja en él sino en los demás, veo al que se aprovecha del que trae empuje para escalar y cuando ya no le sirve solo lo deja caer por el acantilado, al que se encarga de sembrar cizaña en las raíces de quién siembra esperanza tan solo porque sabe que su campo se verá afectado, veo al que se vale de la necesidad de los demás para sacar provecho propio. Al que se ha dedicado a destruir con palabras y hechos sin importar las consecuencias con tal de siempre estar a flote sin medir el daño colateral. Y observando todo esto me digo: ¿De qué nos vale?
Veo al que condena a otros por no pensar igual, al que destruye solo por no tener su ideología, al que mata las semillas que prometen ser distintas. Veo al político, al jefe, al líder que solo piensa en sí, en su bienestar y no en el de todos, veo al funcionario que lejos de ayudar se ha convertido en otra carga, en un muro.
Y me pregunto: ¿Y cuándo nos unimos? Cuando dejaremos de pensar en nosotros mismos, cuando haremos a un lado la mezquindad y abrazaremos lo común, cuando me dejara de preocupar lo mío y me comenzará a doler el país, cuando dejaré de ver mi parcela y extenderé mi visión al resto, cuando me uniré a trabajar como uno, en pro de algo, de un bienestar común, tan básico como cuidarme yo en medio de todo esto pero pensando siempre en cuidar a los demás. El mundo no gira entorno a nuestra individualidad, el mundo gira para todos, para que seamos y vivamos como uno, unidos. Leí muchas veces: “unidos somos más, si se puede”, pero sólo eran letras porque la esencia del mensaje se perdió apenas nació en el mismo que lo promovió, y todo por qué? Por pensar solo en uno.
Pero es cierto, unidos somos más, pero primero grabemos esa frase en nuestras mentes y corazones, convenzámonos de esta realidad, juntos se llega más lejos, porque donde uno no puede, el otro le levanta, dejemos de depender de quién se aprovecha y decidamos marcar un nuevo paso, un sendero que conduzcan a un mejor mañana, seamos impulsores no anclas, dejemos el conformismo y seamos más protagonistas, dejemos de señalar y criticar y tomemos acciones que representen avances, unidos somos más, pero verdaderamente unidos, no para destruir sino para construir. Al que destruyó, ya la justicia de Dios le alcanzará, enfoquémonos en una mejor nación y avancemos en pro de ella.
Muchos dirán que ya estoy fastidioso con el tema pero déjenme decirles que seguiré hasta que comencemos abrir los ojos, hasta que comencemos a tomar protagonismo, hasta que pensemos en los demás en vez de solo en mí, Jesús murió por todos, no por uno solo, tengamos ese mismo sentir entonces, trabajemos en favor de todos, no de uno, dejemos de ser marionetas y seamos nosotros los que escribamos el guion, es tiempo de construir lo mejor, no nos enfoquemos en las críticas, tengamos presente que lo que Dios dice de nosotros es mayor a los que podamos escuchar de los demás.
Decidamos enfocarnos en el mejor de los caminos y seamos uno.
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