Hace algunas horas la ciudad de La Victoria fue sacudida por la infausta noticia de la muerte, víctima de COVID, de Luis Alejandro Navarro Betancourt, toda un personalidad harto conocida por las viejas generaciones de victorianos.
No obstante, su nombre, Alejandro Navarro, aún hoy, cuando ya no está con nosotros, no es tan común como lo fue siempre su apodo de “batalla”: PEROLÓN.
Sobrenombre ganado a fuerza del buen diente que le hizo mantener por muchos años su robusta contextura cercana a los 200 kilos; doscientos kilos de buen humor pero sobre todo de don de gente.
Nacido el 2 de febrero 1939, en un hogar de férreas concepciones democráticas, su madre, Rosita Betancourt de Navarro entró en los anales de la lucha clandestina en contra del gobierno de Marcos Pérez Jiménez, lo que se pensaba, erróneamente, en ese entonces (década de 1950) sería la última dictadura que sufriría el pueblo venezolano.
Amante, además de la buena mesa, del hipismo y fuertemente vinculado por muchos años a la dirigencia del partido Acción Democrática, en torno a la figura de Perolón surgieron muchas anécdotas, algunas de las cuales sirvieron de tema para todo un capítulo del libro Historia Coloquial de La Victoria del comunicador e historiador Simón Henrique López.
Más allá del lugar común Luis Alejandro “Perolón” Navarro estuvo vinculado a diversas familias de raigambre victoriano que hoy en día, al igual que todos quienes lo conocieron o comulgaron con sus ideas democráticas lloran su partida.