Ribet Alfredo Suarez Blanco, “camionetero”, de 38 años de edad, salió de Venezuela en el año 2018, cuando la fuerte crisis, y el ataque de la delincuencia que le desvalijó su vehículo, lo empujaron a probar suerte más allá de nuestras fronteras. Ya su esposa se había ido a Ecuador unos meses antes, pero su primera parada fue en Colombia.
Suárez relató que con mucho sacrifico juntó para el pasaje, y llegó a la hermana República mientras familiares le completaban el boleto para llegar a Perú, mientras tanto estuvo unos 15 días vendiendo cambur de manera ambulante, hasta que su tío, su hermana y su esposa, le pudieron apoyar para que llegara a Lima. Antes hizo una escala de 3 días en Ecuador, donde pudo visitar a su esposa después de mucho tiempo.
Solo tres días con mi esposa
“Cuando llegué a Ecuador no me quería separar más de mi esposa”, relató el migrante, “sin embargo tuve que seguir mi camino porque ella aún no estaba estable allí, solo estuve tres días y continué mi viaje hacia Perú a donde llegué el 6 de julio de 2018 (…) allí me recibió mi hermano mayor y mi tío, convirtiéndome en el tercero de la familia que llegaba a este país”.
Buscando empleo
“Hoy en día ya somos 28 personas de mi familia que estamos aquí en San Genaro Chorrillos”, prosiguió Ribet, “yo llegué un día jueves, y ya el viernes estaba buscando trabajo a pesar de que mi tío y mi hermano me decían que descansara unos días del viaje (…) pero lo que yo quería era producir, y poder darle una vida digna a mi familia”. Comentó que “ese día no conseguí nada, pero al día siguiente me llamaron de un auto lavado”.
De lava carros a encargado
“Cuando me llamaron estaba comiendo, hacía frío y tenía fiebre”, prosiguió la historia, “pero sin pensarlo ni un minuto me fui a este auto lavado, donde trabajé tres meses ganándome la confianza del dueño, al punto que me mandó de encargado a una ferretería que tenía, y a los 5 meses pude decirle a mi esposa que se viniera (…) no muy convencida se vino, y con la ayuda de Dios consiguió un buen empleo que mantiene hasta la fecha”.
De nuevo desempleado
Ribet siguió su relato señalando que “después de un tiempo, el dueño de la ferretería tuvo que mudarla, y aunque quería que siguiera con él, me quedaba demasiado lejos, estaba otra vez desempleado, pero afortunadamente mi esposa tenía su empleo”, dijo que “me puse a vender en las calles papelón con limón (aquí se llama Chancaca), y por lo inusual de la bebida y el calor del verano, aquella bebida en el enorme pote con mucho hielo, se vendía como pan caliente.
Pica Pollos y Taxista
“Aunque en la venta de papelón no me iba nada mal, sabía que no tendría la misma suerte cuando llegara el invierno”, nos contó Ribet, “fue esto lo que me impulsó a aceptar un empleo picando pollos en una avícola, donde empecé ganando menos del salario mínimo por no tener experiencia (…) allí recibí mucho apoyo de mi jefa y una compañera de trabajo, y fui aprendiendo el oficio poco a poco. Sin embargo al ver que el sueldo no mejoraba, decidí retirarme y probar en otra cosa”.
Taxista por tres semanas
Como todo venezolano que sale de su Patria a buscar una mejor vida, Ribet no se puso límites a la hora de ganarse el pan honradamente, es por ello que le puso empeño en sacar sus papeles y licencia de conducir, para probar como taxista a pesar de no conocer 100% la zona. “La verdad no me gustó ese oficio, y solo duré tres semanas”, relató, “preferí volver a picar pollos en otra avícola donde me especialicé en el oficio y conocí buenos amigos”.
Hoy ya tengo mi negocio propio
Como muestra de que “Dios premia la constancia”, hoy el joven transportista ya tiene su propio negocio, allí vende pollo, carne, chuleta, chorizó, hígado, bofe, menudencia a la broster y chuleta ahumada. “Un logro que le agradezco primeramente a Dios y a dos de sus instrumentos llamados Juan Víctor Aguilar y Elena Pangalima, ellos me tendieron la mano, y me ayudaron con las herramientas de trabajo. Víctor es un proveedor, y Ele quien primero me enseñó a picar pollo”.
“Hago un agradecimiento público a estas bellas personas, y a un país que me abrió los brazos a mí y a gran parte de mi familia (…) seguramente la tormenta pasará en mi país y regresaré a mi amada Venezuela, pero nunca olvidaré la hospitalidad de estos patas (amigos) que siempre ocuparán un especial lugar en mi corazón”.