FUENTE: CARAOTA DIGITAL
Llegar al principal camposanto de Caracas, el Cementerio General del Sur, es toda una travesía; luego de esquivar a los cientos de vendedores ambulantes en el boulevard que queda justo frente al sitio, el lugar parece sacado de una película de terror.
Caminando entre lápidas, algunas abiertas, otras rotas y profanadas, se pueden observar algunos huesos que presuntamente usaron para rituales de espiritismo. Las figuras de ángeles caídos del cielo muestran los restos del que alguna vez fuera el camposanto predilecto de expresidentes y figuras públicas.

Los familiares que tienen allegados enterrados en el Cementerio del Sur semanalmente deben visitarlos; solo así evitan que sus tumbas sean profanadas por los delincuentes de la zona.

Marta de Tovar, sexagenaria, lamentó las condiciones del cementerio. Los padres de su esposo se encuentran allí enterrados, pero hace poco sus tumbas fueron profanadas. “Yo no sé si ellos siguen allí. Tampoco sé las razones de la profanación, porque solo estaban los cuerpos. No había más nada“, dijo.
A mitad de camino, el equipo de Caraota Digital se topó con un lugar conocido como “portal”. Allí los creyentes acuden a rendirle tributos a las “cortes” de santería, entre la que destaca la Corte de los Caballeros o Corte Malandra, cuya figura principal es un delincuente que fue abatido en la década de los 70, conocido como “Ismaelito”.

“La gente viene para acá con sus plegarias y a pedirle favores a las cortes. Ellos piden, traen ofrendas y a veces sus solicitudes se cumplen“, dijo Giovanny Jaramillo, un hombre que diariamente resguarda el “portal” de las cortes.
Asimismo, Jaramillo lamentó el estatus del camposanto. Recalcó que es muy triste que las personas no puedan tener seguridad en el lugar y que las tumbas sean profanadas.

Sin embargo, recordó que los ciudadanos deben “estar más atentos” con el cuidado de las tumbas. “Tal cual como el dicho, muerto al hoyo y el vivo al goce”.
Visitar a los familiares enterrados en el Cementerio General del Sur puede llegar a ser, según testimonios recabados en el lugar, un verdadero dolor de cabeza. En Venezuela, tal y como quedó demostrado en este texto, ni los muertos pueden descansar en paz.