En febrero del 2016, los bolivianos rechazaron en referéndum la propuesta de modificación de la Ley Electoral que contemplaba la reelección presidencial indefinida. Año y medio más tarde el Tribunal Constitucional Plurinacional, con mayoría de magistrados cercanos al gobernante partido MAS, declaró inconstitucional la norma resultante que permitía la reelección “por una sola vez de manera continua” facilitando así una nueva candidatura del presidente Evo Morales. Once meses después el Tribunal Supremo Electoral activó el cronograma para los comicios generales del 2019 en los cuales se votaría por presidente, vicepresidente, senadores y diputados. Llegada la fecha, entre otros, Morales se postuló.
Primera lección: los opositores protestaron enérgicamente por el desconocimiento de la voluntad popular expresada en el referéndum y por la aceptación de la candidatura de Evo Morales, denunciando la parcialidad del máximo órgano de justicia y del electoral pero a pesar de tal decidieron participar en el proceso convocado.
A lo largo de la campaña electoral se multiplicaron las denuncias por el ventajismo del régimen y las prácticas que según medios de comunicación eran “copy y paste” de las adelantadas en Venezuela. El principal candidato opositor, Carlos Mesa, reclamó una y otra vez el uso de recursos del estado para favorecer a los candidatos del oficialismo y por la eliminación, sin explicación, de miles de votantes del registro electoral sumado a la reubicación a última hora de centros de votación. El día de las votaciones alertó contra el amedrentamiento por parte grupos armados y la doble cedulación que permitía el doble voto.
Segunda lección: por encima de las irregularidades, los candidatos opositores se mantuvieron en la carrera y ninguna organización partidaria se retiró y mucho menos llamó a la abstención.
El 20 de Octubre de 2019, los bolivianos madrugaron para votar pero desde muy temprano comenzaron los llamados por la falta de transparencia del proceso escalando al cerrar los centros por un blackout informativo durante el cual se modificó la tendencia electoral al ponerse en marcha, según informe posterior de la OEA, el denominado TREP (Transmisión de Resultados Electorales Preliminares), un sistema informático para escanear las actas de los resultados de cada centro, enviarlas a un lugar de recuento y dar a conocer provisionalmente el escrutinio conforme este se iba realizando que operó con servidores ocultos, sin supervisión de la empresa auditora y manejados por personas externas. Convencidos del fraude, multitudes se echaron a las calles.
Tercera lección: el liderazgo opositor bolivianos no se conformó con expresar su descontento en las redes sociales ni se fue a su casa, llamaron a la calle y allí se mantuvieron durante días hasta que un alzamiento policial primero y el llamado del ejército a la renuncia del presidente, obligaron a Evo Morales a abandonar al país, anular las elecciones, instalándose un gobierno de transición.
Desde sus primeras horas el nuevo gobierno, liderado por la senadora Añez, inicio una “razzia” contra la dirigencia del régimen depuesto. El vicepresidente, varios ministros y altos funcionaros de Morales se vieron obligados a exiliarse mientras mucho eran encarcelados incluida la presidente del órgano electoral, María Eugenia Choque. Locales del MAS fueron asaltados y la persecución fue implacable. Se abrieron centenares de juicios por causas desde corrupción hasta terrorismo y medios y redes lapidaron a todo lo que olía a la anterior administración.
Cuarta lección: si bien su fundador y cercanos, abandonaron Bolivia, el MAS resistió el embate, llamando a la resistencia pacífica y a la “unidad, fortaleza y compromiso” –en palabras de Adónico Rodríguez, jefe de federaciones cocaleras- para retomar el camino del cambio. No se rindieron.
El gobierno de transición, instalado en medio de grandes expectativas, en poco defraudó. Sectario, vengativo, racista en una nación donde los indígenas bordean el 40 % de la población, ineficiente y francamente incapaz en el manejo de la crisis por el coronavirus, finalmente corrupto con el encádalo por las compra de respiradores para enfermos del COVD19 a cuatro veces su precio, por si fuese poco no utilizables por los hospitales del país, desbordando el vaso.
Quinta lección: nadie garantiza que el siguiente gobierno sea mejor que el anterior y las lunas de miel duran poco cuando las ilusiones creadas no se satisfacen prontamente.
Tras la renovación total de los miembros del Tribunal Supremo Electoral, fueron convocadas nuevas elecciones generales inicialmente para el 3 de Mayo de 2020 pero por la pandemia aplazadas hasta el 18 de Octubre. Nueve candidatos vinculados al ahora oficialismo que hasta la caída de Evo Morales eran de oposición fueron postulados para la presidencia mientras que el exmandatario fue inhabilitado. El MAS decidió concurrir presentando al exministro Luis Arce quien, vuelta de rueda, voceó reiteradamente el ventajismo desde el gobierno interino, la judicialización de la política, la parcialidad de los organismos internacionales y el ensañamiento contra sus partidarios y hasta su familia pero se mantuvo en la contienda.
Sexta lección: al igual que los entonces opositores en el 2019, el MAS contra toda adversidad no dudó en ir a las elecciones. A solo semanas de depuesto Evo Morales, decidieron en un “Ampliado Nacional” tomar la ruta electoral para recuperar el poder y tras largo debate seleccionaron candidatos a presidente y vicepresidente anticipando ganarían en primera vuelta lo que en esos días de Enero del 2020 parecía una completa locura. Al margen de algunas declaraciones fuera de tono la constante en los pronunciamientos de Evo Morales, Luis Arce y el MAS fue el votar “para retomar la democracia y recuperar la economía y no volver al modelo neoliberal de años anteriores que tanto daño hizo”.
El 18 de Octubre los bolivianos se volcaron en las urnas. Largas filas y horas de espera marcaron las votaciones más el anuncio de último momento que se suspendía el conteo rápido. Sobraron los rumores de descontento en las fuerzas armadas por el eventual triunfo de Arce y la supuesta decisión de los altos mandos de desconocer los resultados si favorecían al delfín de Evo Morales. Ya en la noche, los ánimos se crisparon cuando efectivos policiales rodearon las sedes del MAS en varias ciudades y las encuestadoras contratadas para los exit poll guardaron silencio. El conteo oficial comenzó y en la madrugada del nuevo día no llegaban al 2 % las actas totalizadas. Fue entonces cuando la presidenta interina desde @jeanineanez anunció: “Aun no tenemos cómputo oficial, pero por los datos que contamos, el Sr Arce y el Sr. Choquehuanca han ganado la elección….”. Casi una semana más tarde, Salvador Romero anunció: “El Tribunal Supremo Electoral declara como presidente electo a Luis Arce Catacora y como vicepresidente electo a David Choquehuanca Céspedes”. Habían obtenido el 55 % de los votos válidos emitidos.
Séptima y última lección “por ahora”: cuando se tienen los votos no hay irregularidad, ni ventajismo, ni amedrentamiento que valga y los bolivianos se suman a lo que en su momento chilenos, nicaragüenses y polacos, por mencionar solo unos pocos, probaron suficientemente: que la voluntad popular se impone guste o no a los que un momento determinado usufructúan el poder.